Me desvalijo errante a paso torpe por los riscos;
todavía vi antenoche los valles del ayer,
en una de las cimas del anhelo.
Ahí reconocí en el descenso mi ruta,
y advertí peñascos del mar que aguarda,
solícitos de mí desnuda,
ataviada sólo de llagas frescas.
De aquella cima recuerdo ahora una muerte,
y vuelve a correr la sangre por mis palmas,
al sostenerme de los matorrales,
cuando desciendo, voy,
alerta a la corriente de las aguas del leteo,
ser por ser hacia la arena,
allí seré fragua de sal para los rocas
alimento de corales,
nube que lloverá por el mismo río y en él,
del que busco en mí, abandono,
que desciendo, voy,
rumbo a las entrañas,
de un ser que reconozco.
Intuyo,
cuando huelen los reptiles mi destierro,
temblor de tierra en mi inercia
hacia el horizonte sabio,
elección de ruina desde el risco en el cual,
evité mirar la cuesta que tracé.
Y ahora mitigo aprecié aniquilarme,
lento como las ramas que aún no crecen,
allá donde nuevamente un furor,
colmará mis entrañas de deseos,
que desciendo voy y aguardo
un bicho me enternezca,
una trucha emerga del río
y me perciba nueva luz en otro monte.
Y viro ahora como nave en altamar de tierra plana,
navego al trecho de los sueños,
en este ambiguo deseo de vivir.