Cómo no, que ayer se alistaron seis dedos y un pulgar,
para tocar un inverso himeneo en tu máquina de escribir,
aquella que te recuerda la Remington que nunca has tenido,
o los chicles de bolita, inmasticables como los compromisos.
Ya parecía que tragabas estopa,
cuando las muelas no pudieron sostener el paño,
con que habríamos de ensordecer nuestras súplicas hechizas.
Tanto se escaparon las babas irónicas.
Recuerdo haberlas visto escurrirse
por el cuello de la botella,
huían también de la espuma
de la rabia.
También hubo sal,
y limones como heridas,
como cicatrices que se muerden cuando se odia,
y cáscaras,
como cuando uno se fatiga de rascar la costras,
y perfilar,
los ríos de pus entre los vellos
los ríos de disculpas que araban el mantel sobre la mesa.
Las ruinas pendían como talco de tu cabello,
me da gusto haberlas visto caer,
tan lento,
aguardando el despertar irreversible.
Porque luego vino esa despedida magnética,
ya no supe qué repelía, ni qué imantaba,
hubo relámpagos en aquél halo de nubes,
aspereza y limaduras,
y nos extrañamos unas horas,
—ya se ve que andábamos tergiversados.
Fue hasta después que supe,
que olían a nervios las colillas,
y en el cojín del asiento nuestras caderas,
cosechaban noches de dolor y de deseo.
Ahora, por acá, me duelen las encías de tanta dieta,
supongo la salud se gana a pulso.
Ya encontraremos un tonificante más sencillo,
sin tanta crema para nuestros tacos.
Nos bastaban la salsa y el cilantro,
¿recuerdas?
a los dos nos gustaban las carnitas por la mañana,
!y nos amamos tanto en las cantinas!
Será aquí mi humedad, mi idiolecto, mi lengua húmeda. Nuestra humedad, el español, la lengua nuestra.
La Humedad, la lengua toda, el músculo de lo humano, peregrinaje de babas:
toda ella, la lengua, soporte de nuestra humanidad, húmeda mortandad, toda ella, imperecedera: la Lengua Húmeda.
En las cantinas
Poemario
Urbanologuismos