Será aquí mi humedad, mi idiolecto, mi lengua húmeda. Nuestra humedad, el español, la lengua nuestra.
La Humedad, la lengua toda, el músculo de lo humano, peregrinaje de babas:

toda ella, la lengua, soporte de nuestra humanidad, húmeda mortandad, toda ella, imperecedera: la Lengua Húmeda.

Resonancia I

Así la ciudad de agitada
y yo un destino, un canto a medias
con los ojos alumbrados
de tanto darme al vicio de seguir los brillos,
y los brillos que de todo me desvían
y sin mi destino alumbrada,
detento un silencio entre los coches.

Que mejor sean dos. punto punto
Ya luego tejeré un sonido
sino más bello –siempre hemos dicho,
que es mejor callar, irónico–
digno de haber atendido

a la pausa.


Apenas podría referime a la poesía de otro modo.
Sobre todo en los últimos lustros en que no he logrado
ser presa del deseo
su objeto, como un ente místico,
y que poco puedo decir haber deseado
que viniera a mí la ráfaga
–a decir verdad
siempre me lanzo con fe a buscarla,
y freno cuando se agota el suspiro–,
que tocara pues, el silencio a mi puerta
vasto de ser indecible
y pronto a morir en el verso.

Lo mato.

Así sin pensarlo una vez.

Tan poco atesoro la actividad de la afasia. punto punto
Por más que no se quede quieta la urbe
y yo a medias tintas
me tenga un lejano horizonte,
porto la sordera como cetro.

Es lógico así ser luciérnaga
me parece,
aunque no a ciencia cierta.
Aunque nunca como del oído me precio
considere que en la vista abunda la conciencia
–a veces cuando el brillo me entusiasma
suelo cantar de dicha–,
nacida o no, para ser vista,
mi módica contribución al destino
es ser resonancia del habla.