Hay árboles como diapasones
cuyos retenes albergan,
entre otras cosas,
voces enraizadas en el barro.
Basta acercar el lóbulo
a los nudos,
y entrometerse en su lecho de sombra,
para impregnarse del recuerdo;
para nada saber de nombres,
y trágicamente
imbuirse de nostalgia
de esa que late
e implanta en el tono,
la ironía de que algo nos trasciende
bajo tierra.
Será aquí mi humedad, mi idiolecto, mi lengua húmeda. Nuestra humedad, el español, la lengua nuestra.
La Humedad, la lengua toda, el músculo de lo humano, peregrinaje de babas:
toda ella, la lengua, soporte de nuestra humanidad, húmeda mortandad, toda ella, imperecedera: la Lengua Húmeda.
Tierra I
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