Me deleito también, de no ver la luna
bajo este techo, en esta cumbre de cemento.
Parecerá muy urbe mi industrial conformidad,
empero se trata, de afrontar las aptitudes:
aquello que al cuerpo restringe,
deviene necesariamente,
en una resolución antropocéntrica.
Preferir motocicletas o abedules,
no es cuestión de primer orden,
más vale apreciar lo contextuado,
tanto en la vida como en el arte,
que son lo mismo, pero conmutatus.
Si hoy me corresponde concreto,
ya habrá otras horas
para los astros y los bichos:
realmente no me aflige emplear la enciclopedia,
para tener la experiencia de una catarina.
Lo artificial me viene bien,
a mí,
que busco el artificio,
y no es que presuma dominar el estratagema
de revivir en los versos la materia inerte,
mas el presente me ha conducido
por la vía del engaño y la estructura.
Ahora, si soy de incubadora y quirófano
¿acaso puedo esperar que los fenómenos se den,
como el cauce natural,
ése que vigilan las matronas?
Que exista la cesárea no se debe solamente
a la preservación filantrópica de la especie:
es una cuestión de mecánica.
El hombre alberga en su esencia,
la facultad de irrumpir
el Orden establecido.
Por qué no, entonces,
jactarme de ser urbana,
siglo XX y posthiroshima,
y reivindicar a mi ser partícipe,
del Futuro de la ficción añeja,
si libremente puedo,
aun en los límites de mi alcoba
presenciar lo infinito de la naturaleza.
Será aquí mi humedad, mi idiolecto, mi lengua húmeda. Nuestra humedad, el español, la lengua nuestra.
La Humedad, la lengua toda, el músculo de lo humano, peregrinaje de babas:
toda ella, la lengua, soporte de nuestra humanidad, húmeda mortandad, toda ella, imperecedera: la Lengua Húmeda.
Poeta en el concreto
Poemario
Urbanologuismos